La soledad en la pareja

Recursos para afrontar la soledad con sanidad

No existe soledad tan devastadora como la de un matrimonio fracasado.

A. Theroux.

El compromiso más importante dentro del matrimonio siempre consiste en intentar que la relación funcione.

Araguás, J. - En soledad y en plenitud

Testimonio

Por salud mental, hemos decidido ya hace algunos años llevar vidas separadas como pareja: dormimos en habitaciones apartadas, no existe la mínima muestra de intimidad, cada uno tiene sus propias amistades y maneja su propio presupuesto. 

Resulta imposible entendernos, sin acabar a gritos, con severos reproches y con mucha tensión. 

Compartimos la vivienda con sus gastos comunes, nos acompañamos al médico cuando se requiere y evitamos entrar en discusiones estériles. 

Tenemos hijos en común como fruto de nuestra convivencia e incluso desde hace años, varios nietos. Los disfrutamos; y pienso que, si nos separáramos, ellos sufrirían aún más de lo que lo han hecho hasta ahora. 

Además, sería del todo impensable poder mantener dos viviendas, debido a nuestra situación de pensionistas.” 

                                                                        Mujer, casada

Introducción

A priori, puede parecer paradójico e incluso inapropiado disertar acerca de la Soledad en la Pareja. Más y cuando, la evitación de la soledad es una de las motivaciones poderosas que inducen a muchas personas a buscar pareja. Pero lo cierto es que suele ser un tipo de soledad bastante frecuente y sumamente dolorosa.

Fundamentalmente, la Soledad en Pareja supone la experiencia de vivir junto a la otra persona; de una forma que no resulta significativa, o al menos, no tan significativa ni gratificante como se hubiera esperado.

La vivencia de la soledad dentro de una pareja estable produce un intenso dolor, acompañado de profunda frustración, angustia y desesperación. Todo ello se ocasiona por el hecho de haberse levantado entre la pareja un muro de alienación, de indiferencia e incluso de hostilidad; algo que nunca se pensaba, iba a formar parte del guion.

La soledad, en sus formas transitoria o permanente

Habría que diferenciar en este contexto de soledad en la pareja, la soledad como un estado transitorio o bien ésta, como un estado permanente.

De forma transitoria, la soledad en la pareja se experimenta ocasionalmente ante la incomprensión de la otra persona o los desacuerdos que se producen. La mayoría de las veces, bastará con mejorar la comunicación, afirmar el compromiso y flexibilizar la propia posición para llegar a resoluciones satisfactorias.

El muro que se levanta debido a la soledad transitoria es un muro fácil de derribar cuando la pareja goza de buena credibilidad y existe sintonía en otras muchas áreas de la convivencia.

Cuando la soledad se asienta de forma permanente entre la pareja, ello significa que el muro levantado es lo suficientemente grueso y alto como para ocultar al uno del otro, y perder la perspectiva del proyecto que un día se inició como pareja.

Las razones por las cuales, las personas llegan a instalarse en ese estado de soledad, a pesar de vivir juntos, pueden ser múltiples: patología intrapersonal, ritmo de vida trepidante, incompatibilidad de personalidades, insatisfacción, inmadurez en alguno de los dos, desgaste, desatención, pesimismo…

Todo ello produce a lo largo de la convivencia, multitud de desencuentros, frustraciones y decepciones que se van acumulando, erigiéndose el aludido muro.

Aun cuando resulte difícil de entender, no siempre una pareja que vive en soledad decide disolver su relación. Es del todo seguro que la soledad producirá un bloqueo en su crecimiento y que se requerirá algún tipo de equilibrio para que el conflicto y la tensión no emerjan de forma constante entre ellos.

Pero insisto en que la pareja puede decidir por muchas razones, seguir adelante con la compleja y tóxica convivencia.

Características de la soledad en la pareja

Se produce una desconexión emocional profunda en la pareja

Se desvanece de la pareja aquel clima de complicidad que acaso un día existió entre ellos, esa capacidad que poseían para poder hablar de todo y de nada, aquella habilidad para poder transformar lo cotidiano en algo extraordinario, o aún trascendente. El otro o la otra deja de ser parte de nosotros mismos para ser concebido como alguien potencialmente malsano. Esto conlleva que las personas abandonen su ingenuidad y espontaneidad para ser especialmente suspicaces, irónicos y defensivos.

La otra persona deja de resultarnos encantadora y atractiva. Su aroma, su conversación, e incluso su sola presencia, nos resulta tremendamente incómoda. Es por ello que los silencios cada vez son más frecuentes y más extensos en su convivencia.

Junto al silencio abundan los monosílabos como respuesta, los imperativos y las exigencias como demandas. Es así como fácilmente se llega al malentendido y a la hostilidad.

Se fractura el proyecto de pareja

Las personas están ahí físicamente -el uno frente al otro-, pero ya no existencialmente –el uno junto al otro-. El otro se torna invisible e irrelevante, dejando de contar para los planes de presente y de futuro. Los deseos de la otra persona, sus anhelos, sus necesidades, o incluso su sufrimiento, han perdido toda relevancia.

Por lo tanto, se pasa a ignorar a la persona, a tratarla con indiferencia, a dejar de gratificarla y complacerla; y, por supuesto, a obviar sus logros y virtudes. Esta indiferencia con que se trata a la pareja resulta sumamente dolorosa, porque comunica un evidente rechazo y afecta directamente su autoestima.

Individualismo por encima de la intimidad

Suele suceder en aquellas crisis donde la persona se siente amenazada que ésta se bunkeriza; se encierra en sí misma, se vuelve inaccesible, ya sea de forma defensiva o autocompasiva para no sufrir más.

La persona ve con mucha claridad lo que la otra persona le hace, y en cambio, le cuesta ver lo que él o ella le hace a la otra persona.

Se entra en un proceso de autovictimización y autocompasión desde el cual se intenta sobrevivir de forma individual.

Posibilidad de triangulizar el conflicto

Cabe recordar que el triángulo –concepto clave en terapia de pareja-, en esencia significa: estabilizar el conflicto sin resolverlo. El triángulo siempre supone una respuesta emocional más que reflexiva al conflicto prevalente.

Cuando una pareja está en un clima de conflicto permanente resulta muy plausible que se establezca de forma consciente o inconsciente una situación de triangulo.

 Es en esta situación de soledad en que la pareja está subsistiendo suelen darse varios posibles triángulos:

La pareja se instala en un círculo dramático

pautas para mejorar la soledad en la pareja

Reactivar una relación

¿Es posible reactivar una vivencia de intimidad, donde las personas ya sólo se ven como compañeros que cohabitan en un espacio?

Sería injusto negar que revertir tal dinámica resulta imposible; pero ese deshielo del corazón no acostumbra a darse ni de forma automática, ni inmediata, ni sin ayuda. En absoluto se puede desmerecer la capacidad que poseen algunos matrimonios para dar la vuelta a situaciones de tremenda frialdad y desconexión entre ellos, iniciando un proceso de sanidad y restauración.

Probablemente, lo primero que hemos de desterrar sea la ingenuidad y, por lo tanto, las recetas simples que ocasionalmente pueden darse, para resolver conflictos. Un matrimonio con un conflicto severo y de larga evolución viene a ser como un campo plantado de minas, donde es muy fácil pisar alguna y que todo explote.

Siempre he defendido que nunca tendría que romperse una relación de matrimonio sin haber apurado todas las posibilidades de resolución. Además, el mero hecho de luchar hasta el final -sea cual sea éste-, ennoblece a las personas, las fortalece e incluso las prepara mejor cara a posibles relaciones de futuro. La gran pregunta en este contexto, sin duda, es ¿cuándo se sabe que se ha llegado al final?

Trabajando con parejas, resulta muy difícil saber hasta dónde puede llegar la convivencia de un matrimonio sin desintegrarse. Existe una línea roja que, cuando se cruza, puede degradar a las personas, poniendo en riesgo su dignidad y aún su integridad física y emocional.

Continuar una relación por miedo a la soledad pavimenta el camino hacia una relación toxica y abusiva. Al final, se acaba hipotecando algo que no tiene precio, la dignidad esencial de cada ser humano. Es muy apropiado en este contexto el conocido refrán, “mejor solo que mal acompañado”.

Expuestas estas pequeñas reflexiones, el proceso de restauración implicará varias acciones:

El deseo compartido de buscar una salida

Suelo arrancar de mis pacientes una sonrisa cuando les comparto un lema que me inventé hace años, “el matrimonio unido, jamás será vencido”. Pero es rigurosamente cierto, no hay nada ni nadie que pueda derrotar a un matrimonio que se propone luchar juntos.

Si las dos personas están dispuestas a concederse una nueva oportunidad, a asumir cierta vulnerabilidad, a olvidarse temporalmente de sus heridas, a dejar de ver en la otra persona un enemigo y a recorrer ambos un pequeño trecho de camino, las posibilidades de restauración son ilimitadas. No sirve en este proceso que sólo sea una de ellas quien desea la sanidad y la restauración.

Honestidad y transparencia

Cuando un matrimonio abandona su posición defensiva en la que estaba instalado y que le concedía cierta seguridad para sobrevivir, asume una tremenda vulnerabilidad.

Se ha de garantizar que, durante esta fase de fragilidad, ambos actuaran con total honestidad y transparencia. Sin medias verdades, ni mentidas piadosas, ni olvidos significativos.

Las dos personas poseen un derecho inapelable a saber y escuchar toda la verdad, porque como decía Jesús, “solo la verdad nos hace libres”. La mentira o el enmascaramiento de la verdad no hace más que atarnos y enredarnos.

Arrancar malas hierbas

Es un proceso sumamente laborioso por parte del terapeuta, ya que, en el transcurso de revivir los hechos, inevitablemente la pareja experimenta una fuerte reactividad emocional. Se hace presente una vez más, todo el daño y dolor que se ha sufrido.

Sin embargo, en mi experiencia, como sucede en jardinería, no se puede plantar nada sano sino se limpia previamente la tierra. De no hacerse, las viejas raíces ahogarán las nuevas semillas.

Sembrar semillas de esperanza

Es algo así como sembrar semillas de vida en un jardín que ha sido dañado por las malas hierbas y los espinos, durante un largo tiempo.

Habrá parejas a las que se tendrá que animar que visualicen aquel momento en su trayectoria donde fueron capaces de amarse y construir juntos un proyecto en común. Y así, recordarles que hubo un tiempo en que la soledad entre ellos era desconocida.

Y aún habrá otras parejas en que la restauración significará trasladarlos a un lugar desconocido, donde jamás han estado. Para tales parejas, la intimidad ha significado aspectos tales como: compartir un espacio, asumir una economía o criar unos hijos en común… pero nunca ha existido una conexión profunda entre ellos.

La conveniencia

Cesar la hostilidad -aunque sea hostilidad pasiva-, abandonar la trinchera del enfrentamiento y retomar la senda de la reconstrucción, sólo es posible cuando se comprende que lo que puede obtener es mucho mejor que lo que se posee al presente o lo que se puede obtener por separado.

Se le pide a la pareja que sean capaces de regalarse algo tan pequeño como una mirada de afecto, responder con una pequeña sonrisa o dedicarse una palabra de reconocimiento o gratitud.

El desenlace final va a depender de varios factores: la determinación de los dos cónyuges en afirmar su compromiso, el alcance del daño producido por el desgaste y probablemente la habilidad del terapeuta. ​

Información de este artículo

Este artículo es el principio de un resumen de uno de los capítulos del libro "En soledad y en plenitud", del autor Josep Araguás, publicado por Editorial Andamio

Josep Araguás

Josep Araguás

Josep Araguás es Licenciado en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona, Máster en Psicología (Terapia familiar) por la Universidad de Andover – Newton, EE.UU., y postgrado en Terapia Familiar por el Cambridge Family Institute, también en EE.UU.

Ejerce de forma privada la Psicología, en áreas como: la psicología clínica, terapia de pareja y familiar. Esta actividad la desarrolla junto a una amplia labor como ponente en conferencias y seminarios por toda España.

Es colaborador en diversos programas de radio y televisión relacionados con temas de divulgación psicológica. Ha publicado numerosos artículos relacionados con su profesión.